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Para quienes se ocupan de prevenir focos, el peligro es “extremo” por la falta de lluvias abundantes. Lanzan consignas especiales para quienes habitan en zonas periurbanas. Ayer, dos focos ígneos podrían haber sido fatales en Riachuelo y Santa Ana.
En lo que va del mes, las dotaciones de bomberos de toda la provincia tienen jornadas en las cuales concurren a sofocar entre tres y cuatro principios de incendio, que en algunas ocasiones adquieren dimisiones de grandes quemazones y requieren la participación de varios cuerpos de voluntarios para ser apagados.
El 30 de diciembre pasado, cuatro dotaciones pasaron más de 24 horas de intensa labor para poder sofocar el incendio que consumió varios cientos de hectáreas de plantaciones forestales en San Miguel. Desde Santa Rosa, Caá Catí y Saladas concurrieron los refuerzos para unirse a la dotación sanmigueleña. Aunque en menores dimensiones, los focos proliferan en distintos puntos de la provincia, y requieren de una labor exigente y constante de quienes se dedican a prevenir y sofocar los incendios.
“Venimos de más de un mes de lluvias abundantes. Las precipitaciones que se registraron no superaron los 100 milímetros, y sólo en lugares puntuales, como chaparrones. En general, en la provincia estamos en un índice extremo de riesgo de incendio desde fines de enero”, alertó en diálogo con época Orlando Villalba, responsable del área de Protección Forestal y prevención de incendios de la provincia.
“El campo está muy seco, las temperaturas superan los 36 grados y el viento norte es incesante en los últimos días. Todas esas condiciones favorecen a la ignición del combustible fino y medio, porque pierden totalmente su humedad, y están predispuestos a encenderse fácilmente”, explicó.
Pero, además, la advertencia apunta a procurar extremar las precauciones para evitar la proliferación de focos de incendio. “En el 90% de los casos, se inicia por la mano del hombre: por quemas irregulares, por desconocimiento, descuidos o negligencia. Muchas personas que inician una quema no tienen conocimiento de las dimensiones que puede alcanzar ese fuego, ni de lo rápido que puede propagarse”, alertó Villalba.
En el mismo sentido, apuntó que “además se generan consecuencias paralelas: contaminación ambiental, humo y bruma, que complican la circulación de automovilistas en las rutas, y la intoxicación para las personas en viviendas aledañas son algunas situaciones que surgen como efecto colateral a un incendio que no está controlado”, sostuvo.
Sobre el índice de “riesgo extremo”, el responsable de la prevención de incendios aseguró que actualmente “ningún fuego es pequeño ni poco peligroso”, aseguró. “Todos son igualmente importantes, no sólo aquellos de gran dimensión o que se vinculan con producción forestal. Porque hay mucha carga de combustible seca, y cualquier foco se torna incontrolable. El combate del fuego en un pastizal requiere también mucho trabajo, esfuerzo físico y es altamente riesgoso para quienes trabajan en combatirlo”, sostuvo.
Así, las advertencias no se limitan a quienes habitan en zonas rurales, sino que alcanzan también a las poblaciones de “zonas de interfase”, indicó, en referencia a asentamientos poblacionales en zonas periurbanas cercanas a las ciudades.
